Esta fecha conmemorativa de la independencia nacional, recuerdo uno de las primeras inquietudes en mi acercamiento con el derecho de las tecnologías de la información y comunicación, fue relativa al imperio que deberían tener los gobiernos en torno a la rectoría del ciberespacio, que innegablemente conlleva a la rectoría del internet.
Más allá del proceso de independencia y autonomía por parte de la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN, por sus siglas en inglés) en torno al gobierno de Estados Unidos que desde 1998 llevó a cabo un control y supervisión sobre dicha empresa y los mecanismos de funcionamiento de la raíz del internet, con lo que actualmente se asegura un mecanismo descentralizado y auténtico sobre el cual se organiza toda la red pareciera que resulta insuficiente frente a las necesidades de las naciones con relación a la gestión de sus recursos e infraestructura de seguridad.
Si bien este proceso de emancipación se ha llevado a cabo con éxito, las reglas relativas a su gobernanza todavía permiten propuestas para su integración, y en ese proceso de búsqueda en el esquema multistakeholder, los países de hecho, han empezado a explorar opciones relativas a su intervención dentro de internet, ya sea desde el ámbito regulatorio o directamente desde la parte técnica, con lo que también se he enriquecido la dinámica en cuanto a la construcción de la red de redes.
A la par del crecimiento de internet occidental, la iniciativa China sobre la construcción de una infraestructura “alterna” fue criticada duramente e inclusive seguida con cierta desconfianza, debido a las razones por las que un país determinaría crear su propia red y las implicaciones en torno al aislamiento de su población y la limitación de sus libertades a partir de vía susceptible de ser controlada por el poder político de una región al crear una “burbuja” que para la cultura occidental no podía considerarse como parte integrante de internet, a pesar de que resultaría contradictorio con sus principios y la integración de todos los componentes susceptibles a ser incorporados dentro.
Al día de hoy esa iniciativa que eventualmente podría condenar a un país al retraso o atentar contra la esfera de las libertades de una población, independientemente del enigma que para los occidentales y de que el avance advertido por la economía China es más complejo que una estrategia aislada en materia de telecomunicaciones, se aprecia por sus resultados en innovación y desarrollo de aplicaciones que compiten con las grandes tecnológicas de internet y amenazan con posicionarse de manera importante en las preferencias de los usuarios a nivel mundial.
Una “burbuja” que con su expansión podría replantar la dinámica por la que funciona internet con un modelo de gobernanza más complejo, pero eventualmente compatible con las necesidades de la función gubernamental, con lo que se incrementa el nivel de seguridad por parte de los entornos locales al contar con mecanismos de supervisión y control más completos que evitan las vulnerabilidades de un ambiente libre.
Por ello, no es de extrañar la iniciativa rusa de crear su propia red, que inclusive representa un reto para ellos mismos y para sus liderazgos en torno a la pertinencia y conveniencia de su implementación, ya que no queda claro sobre el alcance de redes nacionales que en vez de cortafuegos o una cortina de protección puede crear una nueva segmentación de la red, que eventualmente puede iniciar un nuevo modelo de estructuración de la red que tendría que coexistir con las normas de un ICANN 2.0.
Luego tenemos la iniciativa mexicana de la creación de CFE Telecomunicaciones e Internet que si bien se circunscribe a la provisión de dicho servicio a través de una empresa estatal, no resultaría sorpresivo que dicha empresa diera un vuelco hacia la creación de una red local, que a la par de Rusia o China propusiera una segmentación más del internet para nuestro país.
Sobre el particular, conviene señalar que el hecho de contar con un proveedor de servicios de internet por parte del gobierno no representa por sí misma la creación de una internet local o de una subred, pero sí, eventualmente facilita la creación de un ambiente local en torno a dicho fin, sobre el cual el esquema de telecomunicaciones debiera adaptarse.
Prácticamente 15 años después de mi propuesta sobre la creación de una internet nacional, con la independencia de ICANN y los resultados de la adopción de modelos nacionales, si bien no arrojan una tendencia única en torno a la evolución del internet, si representan diversas iniciativas sobre las cuales se montará la economía colaborativa frente a las posibilidades de establecer filtros y restricciones a los accesos y permitir ambientes más seguros, que por supuesto, deberán contemplar como aspecto esencial el respeto de las libertades de los individuos y esquemas de transparencia que permitan garantizar que no existe un control desproporcionado sobre dichos medios, a fin de que el mercado físico y digital pueda seguir creciendo.
Esto es así, ya que si bien el internet es un testimonio de que en la actualidad para la humanidad no valen los nacionalismos, éstos sí pueden coadyuvar en la creación de una internet más segura, siempre y cuando contemplen la posibilidad de interacciones de sus ciudadanos frente al mundo digital sin restricciones, pero a su vez, que permita a los mecanismos de autoridad (gubernamentales o no) desarrollar protocolos de respuesta ágiles y rápidos en la defensa de los derechos digitales de las personas.
Por lo cual, en esta celebración de independencia, se aprecia que las relaciones digitales en torno al internet representan una serie de vínculos que deben ser preservados, para a su vez, aprovechando la interconexión e interacción en medios virtuales, preservar esa libertad no solamente de los mexicanos, sino de cualquier ciudadano del mundo, para que navegue de manera segura en el apartado soberano, no limitativo a los recursos de infraestructura tecnológica, sino en lo que respecta al papel que el gobierno mexicano, en conjunto de los demás países y conforme al modelo multistakeholder, deba garantizar para una ciberconvivencia sin límites, que brinde a los conceptos de independencia y soberanía en el ámbito digital una nueva connotación relativa a la libertad ligada a la solidaridad, resiliencia, interdependencia y sostenibilidad.
¡Viva México! Hasta la próxima.
Abogado especializado en TICs, privacidad y cumplimiento legal. Maestro en Derecho de las Tecnologías de Información y Comunicación por INFOTEC.